La reciente conmemoración del Día del Recuerdo en Israel ha traído a la luz las profundas cicatrices que el ataque terrorista de Hamás del 7 de octubre de 2023 ha dejado en la sociedad israelí. Este día, que se celebra anualmente para honrar a los caídos en conflictos, ha adquirido un significado especial en el contexto de la tragedia colectiva que han vivido miles de familias. Con más de 1.200 víctimas fatales y un número significativo de rehenes aún en manos de los terroristas, el dolor y la lucha por la memoria se han convertido en una parte integral de la vida cotidiana en Israel.
La historia de Alejandra López, una superviviente del Festival Nova, ilustra la magnitud del horror vivido aquella noche fatídica. Alejandra, quien había asistido al festival en varias ocasiones, nunca imaginó que la cercanía con Gaza representaría un peligro inminente. Durante el ataque, se vio obligada a esconderse junto a una amiga, mientras su esposo arriesgaba su vida para rescatarla. Sin embargo, no todas las historias tienen un final feliz; sus amigas no sobrevivieron, y el trauma que Alejandra lleva consigo es un recordatorio constante de la brutalidad del ataque. “La mitad de mí se fue ese día”, dice, mientras lucha por dar voz a quienes ya no pueden hablar.
El impacto del ataque no se limita a las víctimas directas; también afecta a las familias de los rehenes. Rebecca González, esposa de Elkana Bohbot, uno de los 59 rehenes aún en poder de Hamás, comparte su angustia. Desde el día del ataque, ha pasado 572 días esperando noticias de su esposo, quien le prometió regresar a casa. La incertidumbre y el dolor son palpables en su relato, y su frustración hacia el gobierno israelí por no priorizar la liberación de los rehenes es evidente. “Mi niño, que pronto cumple 5 años, pregunta por su papá todos los días”, lamenta Rebecca, mientras el tiempo sigue avanzando sin respuestas.
La memoria de los caídos se ha convertido en un símbolo de resistencia. En el campo donde se celebró el Festival Nova, se han erigido monumentos con los nombres y rostros de los más de 360 asesinados. Este lugar se ha transformado en un sitio de peregrinación, donde amigos y familiares dejan flores, velas y objetos personales en honor a quienes perdieron la vida. La comunidad se une en su dolor, recordando a aquellos que fueron asesinados y a los que aún permanecen secuestrados.
La tragedia también ha dejado su huella en lugares como el kibutz de Nir Oz, donde una de cada cuatro personas fue secuestrada o asesinada. Las banderas que adornan las casas de los residentes sirven como un recordatorio constante del horror vivido. Las banderas negras representan a los asesinados, mientras que las amarillas simbolizan a los sobrevivientes que fueron capturados. Las pegatinas en estas banderas indican el estado de cada persona: liberado, asesinado o secuestrado. Esta visualización del sufrimiento colectivo es una forma de mantener viva la memoria de quienes han sido afectados por la violencia.
Silvia Cuño, madre de dos rehenes, comparte su dolor y su esperanza. A pesar de la angustia que siente por sus hijos, que aún están en manos de Hamás, se aferra a la fe de que seguirán vivos. La vida de Silvia cambió drásticamente en un instante, y su historia es un testimonio del impacto que el terrorismo tiene en las familias. En su visita al kibutz, lleva una camiseta con los rostros de sus hijos y un mensaje de aliento, simbolizando su lucha por mantener viva la esperanza en medio de la desesperación.
La inauguración de la ‘Ambulancia de los deseos de los ángeles naranjas’ en honor a la familia Bibas, que perdió a tres de sus miembros durante el ataque, es un ejemplo de cómo la comunidad se une para sanar. Este servicio de emergencias, que busca cumplir los deseos de pacientes terminales, es un gesto de solidaridad y esperanza en medio del dolor. Yarden Bibas, quien fue liberado, ha encontrado en esta iniciativa una forma de honrar la memoria de su familia y ayudar a otros en situaciones difíciles.
La lucha por la memoria y la justicia continúa en Israel. Las historias de supervivientes y familiares de víctimas son un recordatorio de que el dolor no se olvida, y que la lucha por la paz y la seguridad es más relevante que nunca. A medida que el país conmemora a sus caídos, también se enfrenta a la realidad de que la violencia y el terror siguen siendo parte de su historia. La resiliencia de la comunidad israelí es evidente, y su determinación por recordar a los que han perdido la vida y luchar por aquellos que aún están en peligro es un testimonio de su fortaleza ante la adversidad.