Las calles de Antananarivo, la capital de Madagascar, han sido testigos de un creciente descontento social que ha llevado a miles de jóvenes a manifestarse contra el gobierno del presidente Andry Rajoelina. Este movimiento, conocido como la Generación Z, ha cobrado fuerza desde su inicio el 25 de septiembre de 2025, impulsado por la frustración ante la corrupción, la falta de oportunidades y los constantes cortes de agua y electricidad que afectan a la población. En medio de este clima de tensión, el presidente ha denunciado un “intento de golpe de Estado” tras la participación de soldados en las protestas, lo que ha intensificado aún más la crisis política en el país.
La situación se ha vuelto crítica, con informes de al menos 22 muertes y más de un centenar de heridos desde el inicio de las manifestaciones. Las autoridades han intentado minimizar la gravedad de la situación, con Rajoelina afirmando que solo 12 de los fallecidos eran “saqueadores” y “vándalos”. Sin embargo, la realidad en las calles es muy diferente, con imágenes de manifestantes enfrentándose a las fuerzas de seguridad y llamando a la desobediencia civil. Este clima de agitación ha llevado a la comunidad internacional a prestar atención a los acontecimientos en Madagascar, donde la juventud está reclamando un cambio significativo en la gobernanza y la calidad de vida.
### La Generación Z y sus Demandas
El movimiento de la Generación Z en Madagascar no es solo una respuesta a la crisis inmediata de servicios básicos, sino también un llamado a la acción contra un sistema que muchos consideran corrupto e ineficaz. Los jóvenes han expresado su descontento a través de diversas formas de protesta, desde marchas pacíficas hasta enfrentamientos con la policía. La participación de los soldados en las manifestaciones ha sido un punto de inflexión, ya que muchos de ellos han mostrado su apoyo a los manifestantes, desafiando las órdenes de disparar contra la población civil.
Las demandas de los jóvenes son claras: un gobierno más transparente, oportunidades laborales y un acceso equitativo a los recursos básicos. La falta de agua y electricidad ha sido un tema recurrente en las protestas, con muchos ciudadanos denunciando que estas carencias son el resultado de la mala gestión gubernamental. La corrupción ha sido otro punto focal, con acusaciones de que los fondos destinados a mejorar la infraestructura y los servicios públicos han sido malversados.
A medida que las protestas se intensifican, la respuesta del gobierno ha sido variada. Mientras que algunos funcionarios han prometido investigar las muertes y la represión policial, otros han optado por desestimar las preocupaciones de los manifestantes. El nuevo primer ministro, Ruphin Zafisambo, ha pedido paciencia y ha propuesto una consulta nacional para abordar las inquietudes de la población. Sin embargo, muchos jóvenes sienten que estas promesas son insuficientes y que el tiempo para el cambio es ahora.
### Reacción Internacional y Futuro de Madagascar
La comunidad internacional ha comenzado a reaccionar ante la crisis en Madagascar. Organizaciones de derechos humanos y gobiernos extranjeros han expresado su preocupación por la violencia y la represión que han caracterizado las protestas. La ONU ha instado a las autoridades a garantizar la seguridad de los manifestantes y a respetar su derecho a la libre expresión. Sin embargo, la situación sigue siendo volátil, con enfrentamientos continuos entre los manifestantes y las fuerzas de seguridad.
El futuro de Madagascar es incierto. La juventud, que representa una parte significativa de la población, está decidida a luchar por un cambio real. Las protestas han demostrado que la Generación Z no está dispuesta a aceptar un sistema que no les ofrece oportunidades ni un futuro prometedor. A medida que las tensiones aumentan, la presión sobre el gobierno también crece, y muchos se preguntan si Rajoelina podrá mantener el control o si se verá obligado a ceder ante las demandas de la población.
La historia de Madagascar está marcada por períodos de inestabilidad política y social, y la actual crisis podría ser un punto de inflexión. La participación activa de los jóvenes en la política y su deseo de un cambio radical podrían llevar a una transformación significativa en la gobernanza del país. Sin embargo, para que esto suceda, será crucial que el gobierno escuche las demandas de su pueblo y actúe en consecuencia, antes de que la situación se convierta en un conflicto aún más profundo.