La situación económica y política en Venezuela ha llevado al país a adoptar medidas extremas para mantener su industria petrolera a flote. En medio de sanciones internacionales y un entorno de comercio opaco, el régimen de Nicolás Maduro ha recurrido a lo que se conoce como flotas fantasma. Estas embarcaciones, que operan al margen de la ley y sin la supervisión adecuada, son utilizadas para el transporte de petróleo hacia destinos como Cuba y China, eludiendo las restricciones impuestas por Estados Unidos y otros países.
### Estrategias de Comercio Petrolero en Alta Mar
La estatal Petróleos de Venezuela S.A. (PDVSA) ha tenido que adaptarse a un entorno hostil, donde las sanciones han limitado severamente su capacidad para exportar crudo de manera legal. Ante esta situación, ha optado por utilizar barcos que operan en la clandestinidad, lo que les permite continuar con el suministro de petróleo a sus aliados políticos, como Cuba. Estos buques, que a menudo carecen de seguros occidentales y manipulan sus coordenadas de ubicación, realizan descargas en puertos cubanos o mediante transferencias en alta mar.
Un informe de Transparencia Venezuela revela que, de los 110 petroleros detectados en aguas venezolanas en un mes reciente, al menos 47 operaban en condiciones irregulares y 12 estaban sancionados. La mayoría de estas embarcaciones están registradas en países como Comoras, Liberia y Panamá, lo que les permite operar con un alto grado de opacidad. Este esquema no solo refleja la dependencia energética de Cuba, sino también la necesidad de Venezuela de mantener el apoyo de su principal aliado político a pesar de las restricciones internacionales.
La flota fantasma no solo se limita a transportar crudo a Cuba. Un porcentaje significativo del petróleo venezolano se destina a China, donde se han establecido intermediarios poco conocidos que facilitan el comercio a pesar de las sanciones. En septiembre, las exportaciones de petróleo venezolano alcanzaron un promedio de 1,09 millones de barriles diarios, el nivel más alto desde 2020. De este volumen, el 84% tuvo como destino directo o indirecto a China, lo que demuestra la importancia de este mercado para el régimen de Maduro.
### La Clandestinidad como Modo de Vida
La utilización de flotas fantasma ha permitido a Venezuela mantener su industria petrolera en funcionamiento, pero también ha generado un entorno de corrupción y riesgos ambientales. Las embarcaciones que participan en este comercio clandestino a menudo son viejas y han sido desechadas por otras naciones, pero continúan operando bajo banderas de conveniencia. Por ejemplo, el archipiélago de Comoras se ha convertido en un punto clave para el registro de estos buques, ofreciendo condiciones flexibles que minimizan la supervisión internacional.
Un caso notable es el del megapetrolero Champ, que había sido dado de baja en 2013 y reapareció años después como un carguero furtivo, transportando crudo venezolano. Este tipo de prácticas no solo pone en riesgo la seguridad marítima, sino que también plantea serias preocupaciones sobre el impacto ambiental de las operaciones de estas embarcaciones.
Además, el uso de criptomonedas para las transacciones ha añadido una capa de complejidad al comercio petrolero. Las empresas involucradas en este entramado suelen tener sedes en países como China, Vietnam y los Emiratos Árabes Unidos, lo que dificulta aún más el rastreo de las operaciones. Las transacciones en criptomonedas permiten a PDVSA eludir controles financieros y mantener el flujo de ingresos, a pesar de las sanciones.
La situación en Venezuela es un claro ejemplo de cómo un país puede adaptarse a condiciones adversas mediante la implementación de estrategias de comercio clandestino. Sin embargo, este enfoque no está exento de riesgos, tanto económicos como ambientales. La falta de transparencia y la corrupción inherente a estas operaciones pueden tener consecuencias devastadoras a largo plazo, no solo para Venezuela, sino también para la región en su conjunto.
En resumen, la flota fantasma de Venezuela representa una solución temporal a un problema estructural, pero también plantea serias interrogantes sobre la sostenibilidad de este modelo de negocio. A medida que las sanciones continúan y la presión internacional aumenta, el futuro del comercio petrolero venezolano se mantiene incierto, y la dependencia de métodos clandestinos podría tener repercusiones significativas en la economía y el medio ambiente del país.