La histórica fábrica de La Cartuja Pickman, ubicada en Salteras, Sevilla, ha atravesado un periodo tumultuoso en su trayectoria reciente. La jueza de lo Mercantil 3 de Sevilla, Ana Marín, ha dado luz verde al convenio de acreedores de la fábrica, lo que marca un hito en su proceso de reestructuración. Este convenio es crucial para la supervivencia de la empresa, ya que permite a la administración concursal cesar sus actuaciones, aunque no sin antes advertir sobre la necesidad de que los acreedores privilegiados, como la Seguridad Social y la Agencia Tributaria, acepten un aplazamiento de pago de casi un millón de euros. Sin este acuerdo, la fábrica podría enfrentarse a la liquidación, un destino que ha estado al borde de la realidad en varias ocasiones en los últimos años.
La situación actual de La Cartuja Pickman se complica aún más debido a un Expediente de Regulación Temporal de Empleo (ERTE) que afecta a toda su plantilla. Este ERTE se ha implementado debido al cierre temporal de la fábrica, que se extenderá hasta diciembre, para llevar a cabo reparaciones urgentes en el techo de la nave, que presenta goteras significativas. La falta de producción desde finales de agosto ha llevado a la empresa a depender de su stock existente para satisfacer a sus principales clientes, como El Corte Inglés.
La historia de la fábrica de La Cartuja es rica y compleja. Fundada en 1841, ha sido un símbolo de la cerámica española y ha sobrevivido a numerosas crisis a lo largo de su existencia. Sin embargo, la situación financiera actual es crítica. En 2023, la empresa logró evitar la liquidación cuando el Tribunal Supremo no admitió un recurso de la Seguridad Social que buscaba cobrar una deuda de 6,6 millones de euros generada por el anterior propietario. Este revés legal permitió que la jueza autorizara un convenio que cuenta con el apoyo del 65% de los acreedores ordinarios.
Uno de los aspectos más relevantes del convenio aprobado es la condonación del 50% de la deuda con los acreedores ordinarios, así como un periodo de espera de diez años para el cobro del resto. Sin embargo, la deuda con la Seguridad Social y la Agencia Tributaria, que asciende a un millón de euros, debe ser saldada en su totalidad, ya que estos son considerados acreedores privilegiados. La declaración de insolvencia había protegido a la empresa de embargos, pero ahora que ha salido del concurso, la situación se vuelve más delicada. Si no se llega a un acuerdo para fraccionar los pagos, los acreedores podrían solicitar la liquidación de la sociedad.
La estructura de propiedad de la fábrica también es un punto de interés. Ultralta, la compañía propietaria, está controlada por Ana Zapata y Mario Vázquez Iriberri. La comercialización de los productos de La Cartuja se realiza a través de La Cartuja Distribución 1841, que pertenece a European Lifting Company, también vinculada a los mismos accionistas. Esta red de propiedad y gestión es fundamental para entender las dinámicas internas de la fábrica y su capacidad para navegar por las aguas turbulentas de la insolvencia.
El futuro de La Cartuja Pickman depende en gran medida de su capacidad para renegociar sus deudas y reanudar la producción. La fábrica ha sido un referente en la producción de cerámica de alta calidad, y su cierre temporal ha generado preocupación entre sus clientes y proveedores. La falta de un outlet o desembalaje, que tradicionalmente se realizaba cada otoño para liquidar stock con descuentos significativos, ha añadido presión a la situación financiera de la empresa.
A medida que la fábrica se prepara para reanudar sus operaciones, la atención se centra en cómo manejará sus deudas y si podrá recuperar su posición en el mercado. La historia de La Cartuja es un recordatorio de la resiliencia de las empresas frente a la adversidad, pero también subraya la importancia de una gestión financiera sólida y la necesidad de adaptarse a un entorno económico cambiante. La comunidad local y los empleados de la fábrica esperan que, con el apoyo adecuado, La Cartuja Pickman pueda no solo sobrevivir, sino también prosperar en el futuro.