La situación de los cristianos en Siria ha alcanzado un punto crítico tras el atentado en la iglesia ortodoxa griega de San Elías en Damasco, ocurrido el 22 de junio. Este ataque, que dejó un saldo trágico de 25 muertos y más de 60 heridos, marca un hito en la historia reciente del país, donde la comunidad cristiana ha sido objeto de ataques cada vez más frecuentes y violentos. La historia de Sara, una niña de 12 años que perdió la vista y a siete de sus familiares en este atentado, es un reflejo desgarrador de la realidad que enfrentan los cristianos en Siria.
La comunidad cristiana en Siria ha sido históricamente una parte integral del tejido social del país. Sin embargo, en los últimos años, su número ha disminuido drásticamente, con estimaciones que indican una reducción del 70% en la población cristiana desde el inicio de la guerra civil en 2011. Este descenso se ha visto acelerado por la violencia sectaria y el aumento de la radicalización islámica, que han puesto a los cristianos en el punto de mira de grupos extremistas.
El ataque del 22 de junio no solo fue un acto de violencia indiscriminada, sino que también representó un ataque deliberado a la fe cristiana en un momento de celebración religiosa. Durante la misa, los fieles fueron sorprendidos por disparos y una explosión devastadora. Sara, que estaba presente con su familia, fue testigo de la brutalidad del ataque. Su madre, Hanane, recuerda cómo el terrorista disparó a quemarropa y cómo, en medio del caos, buscaba a sus hijos, temiendo lo peor.
La historia de Sara es solo una de muchas que ilustran el sufrimiento de los cristianos en Siria. La comunidad ha sido objeto de ataques sistemáticos, y el atentado en Damasco ha dejado una marca indeleble en su psique colectiva. La madre de Sara, con lágrimas en los ojos, expresa la desesperación de muchas familias: “¡Para nosotros, Siria se acabó! Queremos que nuestros hijos estén a salvo. Donde sea”. Esta declaración resuena con la angustia de una comunidad que ha visto cómo su hogar se convierte en un lugar de peligro y desesperación.
La respuesta internacional a la crisis de los cristianos en Siria ha sido limitada. A pesar de los esfuerzos de organizaciones humanitarias y de la comunidad internacional para brindar apoyo, muchos cristianos sienten que han sido olvidados en medio de la guerra. La falta de atención a su situación ha llevado a un sentimiento de abandono y desesperanza. Las organizaciones que trabajan en la región, como L’Œuvre d’Orient, están tratando de proporcionar asistencia médica y psicológica a las víctimas, pero los recursos son escasos y la situación sigue siendo crítica.
La atención médica es uno de los aspectos más desafiantes para las víctimas del atentado. Sara, que ahora es ciega, ha enfrentado múltiples obstáculos para recibir la atención que necesita. Su madre tuvo que vender su alianza para pagar por la cirugía, y la búsqueda de atención adecuada ha sido un proceso desgastante. La falta de infraestructura médica y la necesidad de fondos han complicado aún más la situación. A pesar de estos desafíos, hay quienes se esfuerzan por ayudar, como sor Rita, quien ha estado al lado de Sara y su familia, brindando apoyo y esperanza en medio de la adversidad.
La comunidad cristiana en Siria se enfrenta a un futuro incierto. Con el aumento de la violencia y la radicalización, muchos se ven obligados a considerar la posibilidad de abandonar su hogar en busca de seguridad. La historia de Sara y su familia es un recordatorio de la fragilidad de la paz y la necesidad urgente de atención a la crisis humanitaria que afecta a los cristianos en Siria. A medida que el conflicto continúa, la comunidad cristiana se aferra a la esperanza de que un día puedan vivir en paz y seguridad en su tierra natal, pero la realidad actual es sombría y llena de desafíos.
El atentado en Damasco ha puesto de manifiesto la vulnerabilidad de los cristianos en Siria y la necesidad de una respuesta más robusta por parte de la comunidad internacional. La historia de Sara es solo una de muchas que claman por atención y acción. La comunidad cristiana, que ha resistido a lo largo de los años, ahora se enfrenta a un momento decisivo en su historia. La lucha por la supervivencia y la dignidad continúa, y el mundo debe escuchar sus voces y responder a su llamado por ayuda y justicia.