La violencia de género es un problema que afecta a miles de mujeres en todo el mundo, y en muchos casos, la tecnología se presenta como una herramienta para ofrecer protección. Sin embargo, la reciente experiencia de Alicia, una víctima de acoso, pone de manifiesto las fallas en el sistema de protección que debería salvaguardar a las mujeres en situaciones de riesgo. Su historia revela no solo la fragilidad de las medidas de seguridad implementadas, sino también el profundo impacto psicológico que estas situaciones pueden tener en las víctimas.
### La Historia de Alicia: Un Ciclo de Acoso y Desprotección
Alicia conoció a su maltratador en un ambiente social aparentemente normal. Lo que comenzó como una serie de encuentros casuales pronto se transformó en un acoso constante. Después de intentar poner fin a la relación, su acosador comenzó a seguirla, a esperarla en su trabajo y, en un momento crítico, incluso entró en su casa sin su consentimiento. Este evento fue el catalizador que llevó a Alicia a denunciar su situación ante las autoridades, activando así el protocolo de protección de VioGén, un sistema diseñado para proteger a las víctimas de violencia de género.
El proceso judicial resultó en la imposición de medidas cautelares contra su maltratador, que incluían la prohibición de acercarse a ella y la obligación de llevar una pulsera telemática. Sin embargo, lo que Alicia no sabía era que estas pulseras, adquiridas por el Ministerio de Igualdad, eran defectuosas. En lugar de ofrecer la protección prometida, estas pulseras se convirtieron en un símbolo de desamparo.
Alicia fue una de las primeras en utilizar estos dispositivos, pero pronto se dio cuenta de que no funcionaban como se esperaba. En una ocasión, se encontró con su acosador sin que la pulsera emitiera ninguna alerta. Este tipo de fallos no solo pone en riesgo la seguridad de las víctimas, sino que también afecta su salud mental, generando sentimientos de vergüenza y miedo. Alicia relata que, en varias ocasiones, cuando intentó reportar la situación a las autoridades, fue tachada de loca, lo que intensificó su sensación de desprotección.
### La Respuesta del Sistema y el Impacto Psicológico
La respuesta del sistema de protección fue insuficiente. A pesar de que Alicia logró recopilar pruebas de que su maltratador se había quitado la pulsera en varias ocasiones, las autoridades no tomaron medidas efectivas. La frustración de Alicia es palpable: “Has visto que se salta las medidas cautelares, que se quita la pulsera, y aun así le vuelven a dejar en la calle”. Este ciclo de desamparo es devastador para las víctimas, que viven en un estado constante de alerta y ansiedad.
El impacto psicológico de esta situación es profundo. Alicia describe su experiencia como devastadora, viviendo con el miedo constante de que su acosador pudiera aparecer en cualquier momento. La sensación de que el sistema que debería protegerla no está funcionando correctamente añade una capa adicional de estrés y trauma. “Vives en alerta 24 horas, sabiendo que lo que debería protegerte no está funcionando”, comenta.
A pesar de que, a principios de 2025, dejó de cruzarse con su maltratador, el miedo persiste. La llegada de una nueva remesa de pulseras que reemplazó las defectuosas no elimina el trauma vivido. Alicia sigue mirando a su alrededor cada vez que sale de casa, un recordatorio constante de la vulnerabilidad que experimentó. Su historia es un llamado a la acción para que las autoridades revisen y mejoren los sistemas de protección para las víctimas de violencia de género, asegurando que la tecnología utilizada sea efectiva y confiable.
La experiencia de Alicia no es un caso aislado. Muchas mujeres enfrentan situaciones similares, donde la falta de protección adecuada y la desconfianza en el sistema judicial pueden llevar a consecuencias fatales. Es esencial que se tomen medidas para garantizar que las víctimas de violencia de género reciban el apoyo y la protección que necesitan, y que el sistema de justicia actúe de manera efectiva para salvaguardar sus vidas. La historia de Alicia es un recordatorio de que, aunque la tecnología puede ofrecer soluciones, su implementación debe ser cuidadosa y efectiva para realmente marcar la diferencia en la vida de quienes más lo necesitan.