La implementación de pulseras antimaltrato ha sido objeto de un intenso debate en el ámbito judicial y social. A pesar de la intención de ofrecer una herramienta de protección a las víctimas de violencia de género, los problemas técnicos y la falta de eficacia han llevado a cuestionar su utilidad. Jueces y profesionales del derecho han expresado su preocupación por la confianza depositada en un dispositivo que, según afirman, no cumple con su función principal: garantizar la seguridad de las víctimas.
### Problemas Técnicos y Efectividad de las Pulseras
Desde su introducción, las pulseras antimaltrato han presentado una serie de fallos que han puesto en entredicho su efectividad. Los errores más comunes incluyen localizaciones erróneas, pérdida de cobertura y falsos positivos. Estos problemas han llevado a que muchos jueces y fiscales opten por medidas de protección alternativas, ya que la confianza en el dispositivo ha disminuido notablemente. Fernando Portillo, juez en Melilla, destaca que “ni siquiera se puede decir que fuera un secreto a voces porque no era un secreto. Ya lo sabíamos todos y habíamos avisado al Consejo General del Poder Judicial”.
La falta de fiabilidad de las pulseras ha tenido consecuencias graves. Según Portillo, la pérdida de datos de geolocalización ha resultado en un aumento de archivos y absoluciones, lo que pone en riesgo la seguridad de las víctimas. Además, la valoración de riesgo extremo de una mujer que no lleva pulsera disminuye cuando se le coloca, ya que se asume que está más protegida, lo cual no es cierto. Esta situación ha llevado a que algunas víctimas incluso soliciten la retirada del dispositivo, ya que prefieren no tener la falsa sensación de seguridad que este proporciona.
La juez Esther Fernández Arjonilla, quien trabaja en Pamplona, también ha señalado el estrés adicional que las pulseras pueden causar a las víctimas. La incertidumbre de recibir llamadas del centro de control mientras se está en presencia del agresor puede ser abrumadora. “No es agradable ir por la calle y recibir una llamada preguntando si estás sola”, comenta. Esta situación no solo afecta la salud mental de las víctimas, sino que también puede llevar a una mayor victimización.
### La Necesidad de Responsabilidad y Soluciones Alternativas
La situación actual ha llevado a muchos en el ámbito judicial a exigir una mayor responsabilidad por parte de quienes implementan estas medidas. Portillo enfatiza que “hay que depurar responsabilidades, por lo menos las administrativas”. Si se contrata un servicio que no funciona, es fundamental que quienes lo han ofrecido respondan por ello. La falta de acción ante los problemas reportados ha generado un clima de desconfianza entre las víctimas y el sistema judicial.
Francisco Gutiérrez, juez de Violencia sobre la Mujer en Sevilla, ha señalado que la migración de datos y el cambio de proveedor del servicio han contribuido a los problemas actuales. Durante un periodo crítico, los datos almacenados se perdieron, lo que afectó a varios procedimientos en trámite. Esto ha llevado a que muchas denuncias no puedan ser corroboradas debido a la falta de información precisa sobre la ubicación del agresor.
Además de los problemas técnicos, Gutiérrez también ha destacado la importancia de considerar otras medidas cautelares que puedan ser más efectivas en la protección de las víctimas. “No puedo matar una mosca a cañonazos”, dice, refiriéndose a la necesidad de adaptar las medidas a las circunstancias específicas de cada caso. En situaciones donde la víctima enfrenta hostigamiento en su hogar o lugar de trabajo, puede ser más apropiado imponer una prohibición de comunicación o aproximación, en lugar de depender exclusivamente de la pulsera.
La juez decana de Madrid, María Jesús del Barco, ha subrayado que cuando se acuerda una medida de control como la pulsera, es porque la víctima está en una situación de riesgo real. Sin embargo, si el dispositivo falla, se corre el riesgo de ofrecer una protección ficticia, lo que puede tener consecuencias devastadoras para la seguridad de la víctima.
La creciente preocupación por la eficacia de las pulseras antimaltrato ha llevado a un llamado a la acción para mejorar los sistemas de protección disponibles. La necesidad de soluciones efectivas y confiables es más urgente que nunca, ya que las vidas de las víctimas de violencia de género dependen de ello. La implementación de medidas que realmente funcionen y que sean capaces de adaptarse a las necesidades de cada caso es fundamental para garantizar la seguridad y el bienestar de quienes han sufrido violencia.
En resumen, el debate sobre las pulseras antimaltrato pone de manifiesto la complejidad de la lucha contra la violencia de género. La confianza en la tecnología debe ir acompañada de una responsabilidad clara y de un compromiso por parte de las autoridades para garantizar que las medidas de protección sean efectivas y realmente sirvan para proteger a las víctimas.