En el pequeño municipio de Belorado, en Burgos, se ha desatado un conflicto religioso que ha captado la atención de muchos. Las exmonjas de la comunidad de clarisas han decidido desafiar a la Iglesia católica, reivindicando su derecho a separarse y a mantener el control sobre las propiedades del convento. Este cisma, que se ha convertido en un tema candente, no solo plantea cuestiones de fe, sino también de derechos legales y patrimoniales.
### La Ruptura con la Iglesia
En mayo de 2024, un grupo de dieciséis clarisas decidió romper con la Iglesia católica, argumentando que la doctrina actual se había desviado de sus creencias originales. Este acto de separación ha sido calificado como el primer cisma oficial del siglo XXI. Las exmonjas, que ahora se autodenominan como parte de una “Iglesia preconciliar”, han renovado sus votos y se han adherido al “juramento antimodernista”, un compromiso que data de 1910 y que rechaza las reformas del Concilio Vaticano II.
La defensa de las exclarisas se basa en su derecho a existir como entidad jurídica independiente de la Iglesia. A pesar de las excomuniones y las tensiones que han surgido, ellas sostienen que su fe es la verdadera y que la actual Iglesia ha diluido su doctrina. En una reciente rueda de prensa, las exmonjas expusieron sus argumentos doctrinales, rechazando conceptos que consideran erróneos, como la idea de que “no todos somos hijos de Dios”. Para ellas, esta afirmación contradice su interpretación de la fe cristiana.
El conflicto ha escalado a un nivel legal, con una vista de desahucio en el Juzgado de Briviesca que ha puesto en el centro de la discusión quién tiene el derecho legítimo sobre las propiedades del convento. Las exmonjas han manifestado su intención de resistir ante un posible desalojo, lo que podría resultar en una situación insólita: la Guardia Civil desalojando a monjas que se consideran fieles a la verdadera doctrina.
### La Cuestión Patrimonial
Uno de los aspectos más complejos de este conflicto es la cuestión patrimonial. Desde el inicio de la disputa, el control de las propiedades del convento ha sido un tema recurrente. Las exmonjas argumentan que, como comunidad constituida desde 1358, tienen derecho a administrar sus bienes, independientemente de su ruptura con la Iglesia. Sin embargo, la Iglesia católica sostiene que, al separarse, han perdido ese derecho.
La situación se complica aún más por el hecho de que, de las dieciséis clarisas originales, solo ocho han comparecido públicamente en las últimas semanas. Las demás han optado por mantenerse al margen, lo que plantea interrogantes sobre la cohesión del grupo y su futuro. Las exmonjas han declarado que, si la jueza decreta el desahucio, decidirán en comunidad si resistir o salir de manera voluntaria, lo que refleja la tensión y la incertidumbre que rodea a esta situación.
El cisma de Belorado no solo es un conflicto religioso, sino que también pone de manifiesto las luchas internas dentro de la Iglesia católica y la forma en que las comunidades religiosas manejan sus propiedades y su autonomía. La historia de esta comunidad es un reflejo de las tensiones que existen entre la tradición y la modernidad, así como de las diferentes interpretaciones de la fe cristiana.
A medida que avanza este conflicto, se espera que la situación se resuelva en los tribunales, donde se debatirán no solo cuestiones de fe, sino también derechos legales y patrimoniales. La comunidad de Belorado se encuentra en una encrucijada, y el desenlace de este cisma podría tener repercusiones significativas no solo para ellas, sino también para otras comunidades religiosas en el futuro. La lucha por la identidad, la fe y el control de los bienes materiales continúa, y el desenlace de esta historia aún está por escribirse.
