La situación de los menores no acompañados en Canarias es un tema que ha cobrado relevancia en los últimos años, especialmente con el aumento de llegadas a las islas. Pedro García, un psicólogo con más de 20 años de experiencia, coordina varios centros que albergan a cerca de 1.000 de estos jóvenes, quienes llegan en busca de una vida mejor. Sin embargo, el sistema enfrenta serios desafíos que complican la atención y la integración de estos menores en la sociedad española.
**La Realidad Diaria de los Centros de Menores**
Cada mañana, a las 8:30, los despertadores suenan en los 34 centros de menores que coordina García en Tenerife y Las Palmas de Gran Canaria. Estos centros, que funcionan como dispositivos de emergencia, son el primer punto de contacto para muchos de estos jóvenes que llegan en patera o cayuco. La labor de los educadores es fundamental, ya que deben resolver una serie de trámites burocráticos que incluyen permisos de residencia y escolarización. Sin embargo, uno de los mayores retos que enfrentan es la determinación de la edad de los menores, ya que muchos de ellos intentan falsear su edad para poder trabajar y enviar dinero a sus familias.
García explica que esta presión proviene no solo de los padres, sino también de otros familiares que han invertido grandes sumas de dinero para que los jóvenes lleguen a España. Esta situación genera un choque cultural significativo, ya que en su país de origen, muchos de estos menores están acostumbrados a trabajar desde una edad temprana. La dificultad para hacerles entender que en España las leyes laborales son diferentes puede llevar a situaciones extremas, donde algunos amenazan con autolesionarse si no se les permite cumplir con las expectativas familiares.
**Diferencias Culturales y Comportamentales**
La Asociación Coliseo, que trabaja principalmente con chicos subsaharianos, también recibe a menores de origen magrebí. García ha observado patrones de comportamiento distintos entre ambos grupos. Los jóvenes de Marruecos tienden a ser más individualistas y provienen de entornos familiares desestructurados, lo que a menudo se traduce en un comportamiento más conflictivo. En contraste, los subsaharianos suelen tener lazos familiares más fuertes y una mayor disposición a adaptarse a su nueva vida en España.
Para evitar conflictos, los educadores han optado por distribuir a los menores magrebíes en diferentes centros, ya que su agrupación puede llevar a situaciones de tensión. Además, la escasez de recursos y personal cualificado es un problema constante. Los centros, que deberían albergar un máximo de 30 jóvenes, a menudo superan esta cifra, lo que dificulta la atención individualizada que estos menores necesitan. En algunos casos, se han visto obligados a utilizar naves industriales para albergar a más de 100 menores, lo que pone en evidencia la falta de infraestructura adecuada para gestionar esta crisis humanitaria.
García destaca que la búsqueda de personal cualificado es cada vez más complicada, ya que muchos educadores se sienten desmotivados ante la falta de recursos y el aumento de la carga de trabajo. La rotación de personal es alta, ya que muchos buscan estabilidad laboral en otras áreas. A pesar de estos desafíos, el equipo se esfuerza por mantener a los jóvenes ocupados, fomentando actividades deportivas y enseñándoles habilidades básicas de convivencia y respeto.
**El Futuro de la Integración**
La situación actual plantea interrogantes sobre el futuro de estos menores en España. Aunque se están creando módulos de formación profesional adaptados para ellos, el camino hacia la integración es largo y complicado. Muchos de estos jóvenes llegan con traumas y experiencias difíciles que deben ser abordados antes de que puedan adaptarse a la vida escolar y laboral en su nuevo entorno.
Además, la reciente ola de agresiones a educadores ha generado un ambiente de preocupación en el sector, lo que podría desincentivar a futuros profesionales a involucrarse en esta labor. Sin embargo, García enfatiza que, a pesar de los desafíos, hay momentos gratificantes que hacen que el trabajo valga la pena. La posibilidad de ayudar a un joven a encontrar su camino y superar sus dificultades es, sin duda, uno de los aspectos más satisfactorios de su labor.
La atención a los menores no acompañados en Canarias es un tema complejo que requiere una respuesta coordinada y efectiva por parte de las autoridades y la sociedad en general. La falta de recursos, la presión familiar y las diferencias culturales son solo algunos de los factores que complican la situación. Sin embargo, la dedicación de profesionales como Pedro García es fundamental para ofrecer a estos jóvenes una oportunidad de un futuro mejor.