La Feria de Córdoba, un evento emblemático que ha sido parte de la cultura local durante décadas, está experimentando un cambio significativo en su estructura y gestión. Este año, se ha confirmado que de las 83 casetas que estarán presentes, solo tres serán gestionadas por sus respectivas asociaciones y voluntarios. Este cambio ha suscitado un debate sobre el futuro de la feria y su esencia, que parece diluirse en un modelo más comercial y empresarial.
La situación actual refleja una tendencia que ha ido en aumento en los últimos años, donde la mayoría de las casetas son explotadas por empresas privadas de hostelería y ocio nocturno. Según el presidente del Consejo del Movimiento Ciudadano, Juan Andrés de Gracia, esta transformación ha llevado a que solo un pequeño porcentaje de las casetas mantenga su gestión tradicional, lo que ha generado críticas sobre la pérdida de la esencia de la feria.
### La Gestión de las Casetas: Un Cambio Notable
La Feria de Córdoba ha sido históricamente un espacio donde las asociaciones, peñas y hermandades locales gestionaban sus propias casetas, creando un ambiente de comunidad y participación. Sin embargo, en 2025, solo la caseta de la hermandad de El Esparraguero, la de la Asociación Andaluza Por la Solidaridad y la Paz (ASPA) y la del Partido Comunista de Andalucía (PCA) continuarán con esta tradición. Esto representa un cambio drástico en comparación con décadas pasadas, cuando la mayoría de las casetas eran operadas por grupos locales.
Alfonso Rosero, presidente de la Asociación de Casetas Populares, ha expresado su comprensión hacia este nuevo modelo, argumentando que permite a las entidades recaudar más fondos para sus actividades. Sin embargo, también ha señalado que es responsabilidad del Ayuntamiento encontrar un equilibrio que permita a las asociaciones mantener su presencia en la feria. La falta de suministros y los altos precios son preocupaciones adicionales que los caseteros han manifestado, lo que añade otra capa de complejidad a la situación.
El PCA, que ha estado presente en la feria desde 1974, ha visto cómo su modelo de gestión se convierte en una excepción. Juan Hidalgo, concejal y voluntario en la caseta del PCA, ha lamentado que la esencia de la feria se esté perdiendo. Para él, la feria era un espacio de expresión social y cultural, donde los colectivos locales podían mostrar su trabajo y compromiso con la comunidad. La reducción de la participación de estas entidades ha llevado a que la feria se convierta en un evento más comercial, donde la diversión y el entretenimiento parecen primar sobre la tradición y la comunidad.
### La Esencia de la Feria: Un Debate Abierto
El cambio en la gestión de las casetas ha abierto un debate sobre la identidad de la Feria de Córdoba. Muchos ciudadanos y miembros de las asociaciones sienten que la feria ha perdido su carácter auténtico, convirtiéndose en un evento donde la rentabilidad económica prevalece sobre la participación comunitaria. Este cambio ha sido objeto de críticas por parte de diversas entidades, que han instado a una reflexión sobre el modelo actual y su impacto en la cultura local.
La Feria de Córdoba no solo es un evento festivo; es un símbolo de la identidad cultural de la ciudad. La participación de las asociaciones y grupos locales en la gestión de las casetas ha sido fundamental para mantener viva la tradición y el espíritu de la feria. Sin embargo, la creciente influencia de las empresas privadas ha llevado a que muchos se pregunten si este modelo es sostenible a largo plazo.
El PCA, a pesar de ser una de las pocas entidades que aún gestionan su caseta, ha manifestado su compromiso de continuar con este modelo mientras cuenten con el apoyo de la comunidad. La caseta del PCA no solo es un lugar para disfrutar de la feria, sino también un espacio de encuentro y solidaridad, donde los voluntarios trabajan juntos para ofrecer una experiencia auténtica a los visitantes.
A medida que se acerca la Feria de Córdoba 2025, la comunidad se enfrenta a una encrucijada. La necesidad de encontrar un equilibrio entre la rentabilidad económica y la preservación de la identidad cultural es más urgente que nunca. La feria debe ser un reflejo de la comunidad que la rodea, y es fundamental que se escuchen las voces de aquellos que han trabajado arduamente para mantener viva esta tradición. La pregunta que queda en el aire es: ¿cómo se puede lograr un modelo que respete la esencia de la feria mientras se adapta a las realidades económicas actuales?