La reciente decisión del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, de renombrar el “Departamento de Defensa” como “Departamento de Guerra” ha generado un intenso debate en el ámbito político y social. Esta medida, firmada el 5 de septiembre, busca revivir un término que estuvo en uso desde la creación del departamento en 1789 hasta su reorganización en 1947. Aunque el cambio de nombre es simbólico en su mayoría, representa un giro significativo en la narrativa militar y política del país.
### Un Cambio de Identidad Militar
La orden ejecutiva firmada por Trump permite que el término “Departamento de Guerra” sea utilizado en comunicaciones, ceremonias y documentos internos. Sin embargo, para que este cambio sea oficial en el estatuto federal, se requiere la aprobación de una ley por parte del Congreso. El senador Rick Scott ha presentado un proyecto de ley para formalizar este cambio, lo que indica que la mayoría republicana está dispuesta a respaldar esta iniciativa.
Trump justificó su decisión al recordar los triunfos de Estados Unidos en las dos guerras mundiales, argumentando que el término “defensa” no captura la esencia de lo que representa el poder militar estadounidense. “Ganamos la Primera Guerra Mundial, la Segunda Guerra Mundial… entonces se llamaba Departamento de Guerra, y para mí eso es lo que realmente es”, afirmó el presidente. Esta retórica busca reforzar la imagen de un país fuerte y victorioso, en contraposición a lo que él considera una percepción de debilidad.
El cambio de nombre no es un hecho aislado. Desde su regreso a la Casa Blanca, Trump ha estado en una cruzada para modificar símbolos y nombres que considera representativos de una narrativa más poderosa y nacionalista. Por ejemplo, en su primer día de mandato, rebautizó el golfo de México como “golfo de América”, un movimiento que fue rechazado por México y Cuba, pero que ya se refleja en plataformas como Google para los usuarios en EE.UU.
Además, Trump ha revertido decisiones anteriores, como el nombre de la montaña más alta de América del Norte, que volvió a ser conocido como Monte McKinley, deshaciendo el reconocimiento del nombre nativo Denali. Estas acciones no solo buscan cambiar nombres, sino también reescribir la historia y la identidad nacional de Estados Unidos.
### La Cultura Militar en la Era Trump
La administración Trump no se detiene en los cambios de nombres. También ha impulsado una transformación en la cultura militar, buscando devolver al Ejército una imagen de fuerza y combatividad. Pete Hegseth, el nuevo secretario de Guerra, ha expresado su deseo de que las Fuerzas Armadas se centren exclusivamente en la preparación para la guerra, alejándose de lo que él y Trump consideran distracciones ideológicas.
Esta visión se ha manifestado en varias políticas, incluyendo la reversión de cambios que honraban a figuras de la Confederación y restricciones a los militares transgénero. Hegseth ha enfatizado la importancia de la “letalidad” como eje rector de la cultura militar, lo que refleja una tendencia hacia una militarización más agresiva y menos tolerante a la diversidad.
Además, Trump ha propuesto cambios en las festividades nacionales, sugiriendo renombrar el Día de los Veteranos como “Día de la Victoria en la Primera Guerra Mundial” y promoviendo la conmemoración del triunfo en la Segunda Guerra Mundial. Aunque la Oficina de Personal ha mantenido el nombre original, la insistencia de Trump en estos cambios muestra su deseo de reconfigurar la narrativa histórica del país.
Algunos aliados republicanos han intentado llevar esta revolución simbólica aún más lejos, proponiendo renombrar el aeropuerto de Dulles como Aeropuerto Internacional Donald J. Trump y sugiriendo que el metro de Washington pase a llamarse “Trump Train”. Estas propuestas, aunque aún en discusión, reflejan un esfuerzo por consolidar la imagen de Trump en la infraestructura y la cultura estadounidense.
La estrategia de Trump parece estar diseñada para proyectar una imagen de restauración y victoria, donde el pasado glorioso de Estados Unidos se reinterpreta para el presente. Esta narrativa no solo busca fortalecer su base de apoyo, sino también desafiar a aquellos que critican su administración y sus políticas.
Con cada cambio, Trump busca reafirmar su control sobre la narrativa nacional y militar, utilizando símbolos y nombres como herramientas para consolidar su legado. La transformación del “Departamento de Defensa” en “Departamento de Guerra” es solo un paso más en su ambición de redefinir lo que significa ser estadounidense en el contexto actual.