El año 2024 ha sido un punto de inflexión en la historia climática de España, marcando el periodo más caluroso desde que se tienen registros. Este fenómeno no solo ha alterado las condiciones meteorológicas, sino que ha tenido un impacto devastador en la salud pública, con un alarmante aumento en las muertes atribuibles al calor y la contaminación. Según el último informe de Lancet Countdown, se estima que en España se registraron 30.000 muertes anuales relacionadas con estas causas, lo que subraya la urgencia de abordar el cambio climático y sus efectos en la salud.
Las olas de calor han sido uno de los principales factores detrás de este aumento en la mortalidad. Durante el verano de 2024, se reportaron más de 6.700 muertes en el país debido a las altas temperaturas, lo que representa un incremento significativo en comparación con décadas anteriores. Este fenómeno ha afectado desproporcionadamente a los grupos más vulnerables, como los ancianos y los bebés, quienes son más susceptibles a sufrir deshidratación y complicaciones cardiovasculares. En comparación con el periodo de 1986 a 2005, la exposición de los recién nacidos a olas de calor ha aumentado un 390%, mientras que la de los mayores de 65 años ha crecido un 305%. Estos datos son alarmantes y reflejan una tendencia preocupante que requiere atención inmediata.
Además de las muertes directas por calor, la contaminación del aire también ha sido un factor determinante en la salud pública. En 2024, se atribuyeron más de 22.000 muertes en España a la contaminación del aire, con un costo económico asociado que supera los 43.300 millones de euros. Las partículas finas, especialmente aquellas derivadas de la quema de combustibles fósiles, han sido responsables de una gran parte de estas muertes. La dependencia del país de fuentes de energía contaminantes, como el carbón y el gas, ha exacerbado esta crisis de salud pública.
El informe de Lancet Countdown también destaca el impacto de los incendios forestales, que han aumentado en frecuencia y severidad. En 2024, se registraron 154.000 muertes atribuibles al humo de incendios forestales, lo que añade otra capa de complejidad a la crisis sanitaria. La exposición a estos contaminantes no solo afecta la salud física, sino que también tiene repercusiones en la salud mental, ya que las altas temperaturas nocturnas han afectado la calidad del sueño de muchas personas, contribuyendo a un aumento en los problemas de salud mental.
La situación es aún más crítica cuando se considera que el cambio climático está alterando los patrones de transmisión de enfermedades infecciosas. Por ejemplo, el riesgo de contagio de dengue ha aumentado significativamente en España, lo que plantea un nuevo desafío para el sistema de salud pública. La expansión de vectores como el mosquito Aedes albopictus, que transmite enfermedades como el dengue, es un claro indicativo de cómo el cambio climático está afectando la salud pública en el país.
Frente a este panorama sombrío, es crucial que se implementen políticas efectivas para mitigar los efectos del cambio climático y proteger la salud de la población. Aunque se han logrado algunos avances en la reducción de emisiones de CO2, la transición hacia energías renovables sigue siendo lenta. En 2022, las energías renovables representaron solo el 34% de la electricidad en España, mientras que el transporte por carretera sigue dependiendo en un 95% de combustibles fósiles. Esta incoherencia en la política fiscal energética es preocupante, ya que se destinaron más de 6.810 millones de euros a subvencionar combustibles fósiles en 2023, lo que contrarresta los esfuerzos por reducir las emisiones.
La necesidad de una transición energética justa y rápida es más urgente que nunca. Los expertos advierten que las soluciones son conocidas y que su implementación podría traer beneficios inmediatos. Reducir la dependencia de los combustibles fósiles, acelerar el despliegue de energías renovables y promover dietas más saludables son algunas de las medidas que podrían salvar vidas y mejorar la calidad del aire. La salud pública está en juego, y es fundamental que todos los sectores de la sociedad se involucren en esta lucha contra el cambio climático.
A nivel global, el informe de Lancet Countdown advierte que las políticas actuales podrían conducir a un calentamiento de 2,7 grados para finales de siglo, lo que tendría consecuencias catastróficas para la salud. Si no se toman medidas decisivas, los sistemas de salud y la infraestructura de respuesta a desastres se verán desbordados, lo que aumentará el riesgo para la vida de millones de personas en todo el mundo. La crisis climática es una realidad que ya está afectando la salud pública en España y en el resto del mundo, y es imperativo actuar ahora para mitigar sus efectos y proteger a las generaciones futuras.
